El reino de Dios vino a desterrar, pisotear y vencer al reino de las tinieblas. Con la llegada de Jesucristo se desató en la tierra un conflicto espiritual. La Palabra de Dios refleja en los Evangelios el actuar del Señor, que por donde iba siempre había fuerzas del mal esperándole para atacarle, ¡pero El los venció a todos, uno por uno!; por todos lados la gente estaba oprimida por el diablo y Jesucristo, con compasión, siempre intervino para liberarles y darles una vida bendecida (Mt.12:29; Mr.3:27; Lc.11:2; Jn.12:31; Rev.20:1). ¡El reino de los cielos realmente se había acercado a la gente! La llegada de Jesucristo a la tierra fue la invasión celestial para anunciarle al diablo y a sus demonios el comienzo de su total destrucción. Es por eso que Jesús dijo en Mateo 12:28, luego de echar fuera a los demonios: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.”
El pasaje deja bien establecido que para traer el reino de Dios a la tierra se hace necesario primero echar fuera a los demonios, ladrones usurpadores de todo lo que Dios ha creado.
Es importante destacar que para echar fuera a los demonios en el Nombre de Jesucristo se necesita del “dedo de Dios”, que es el poder del Espíritu Santo (Mt. 12:28 y Lucas 11:20). Esto mismo sucede hoy: Como Iglesia podemos vencer a las fuerzas del maligno gracias a la autoridad del Nombre de Jesús y la Unción poderosa del Espíritu Santo reposando sobre nuestras vidas.
Podríamos seguir hablando mucho más acerca del Reino de Dios, pero nos basta saber que el Reino de los cielos está centralizado en una persona: Jesucristo, quien es el pulverizador del reino de tinieblas tanto en el cielo como en la tierra.
Durante el ministerio terrenal del Señor, hubo específicamente cuatro ataques del diablo que operaban en la tierra, los cuales todos fueron cancelados, superados y pulverizados por Jesucristo. Estos ataques hoy también se repiten sobre la faz de la tierra y contra la Iglesia del Señor, pero bien sabemos que porque Jesucristo venció primero ayer, nosotros hoy lo haremos en Su Nombre. 1 Juan 3:8 dice: “…para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.”
Para deshacer las obras del diablo y contrarrestar el avance de reino de tinieblas no podemos ignorar las maquinaciones del diablo. A ningún ejército terrenal se le ocurre ir a la guerra sin conocer primero la estrategia de su enemigo A continuación veremos los cuatro ataques básicos del enemigo, para que podamos cancelarlos y destruirlos en el Nombre del Señor, a fin de extender el Reino de Dios sobre la faz de la tierra:
PRIMER ATAQUE: El diablo atacando con sus demonios
El enemigo ha asignado sobre la tierra, distintas clases de demonios para hurtar, matar y destruir a la gente (Jn. 10:10ª). Los demonios lo que hacen es valerse de la desobediencia y pecado de la gente para lograr su cometido y enviar, por ejemplo:
• Maldiciones (generacionales y/o personales)
• Posesión
• Tentaciones
• Opresiones
• Derrota
• Pobreza
• Fracaso
¡Jesucristo, en cambio, con Su poder y autoridad deshizo cada una de estas cosas, reemplazándolas por bendiciones, llenura del Espíritu Santo, victoria sobre el pecado, liberación, victoria, abundancia, realización/éxito en la vida! Cuando la iglesia predica el mensaje de Cristo y las vidas son cambiadas y transformadas a la imagen de Cristo, el reino de Dios se extiende.
SEGUNDO ATAQUE: El diablo atacando con enfermedades y dolencias
Este ataque del enemigo ha sido quizás uno de los más efectivos. Por todos lados vemos enfermedades y dolencias, sin distinción de clases sociales o raza. El enemigo ha lanzado enfermedades y dolencias en las tres áreas que conforman al ser humano:
1. Espiritual (Mr. 2:5, leer vv. 1-12)
2. Alma (mente y sentimientos) (Mt. 17:14-21 Un lunático, afectado en su mente; Mr. 5:1-20 el endemoniado gadareno)
3. Cuerpo (Mt. 9:32-33 un mudo endemoniado; Mt. 12:22-23 un ciego y mudo endemoniado; Lc. 13:10-17 una mujer con espíritu de enfermedad)
¡Jesucristo con Su poder y autoridad canceló toda obra del maligno y la reemplazó con su sanidad total, para cada área del ser humano!
TERCER ATAQUE: El diablo atacando a través de la naturaleza
Los creyentes somos llamados a ser hombres y mujeres de fe que vean la realidad espiritual detrás de la natural. A veces no nos damos cuenta que ciertos cambios climáticos, como ser: huracanes, tempestades, etc, no son otra cosa que ataques del diablo enviados para destruir vidas e impedirles que tengan un encuentro personal con Cristo.
En Mr. 4:35-41 vemos que se desató una gran tempestad intentando impedir que los discípulos vayan al otro lado, como Jesús lo había dicho; en Mr. 6:45-52 dice que sobre la barca donde estaban los discípulos vino un viento que les era contrario. ¿Quién es el que opera siempre en contra de Dios, la humanidad y el creyente? El enemigo.
¡Jesucristo con Su poder y autoridad intervino para traer la calma y el orden divino, para que los discípulos pudieran cumplir su destino en Dios!
CUARTO ATAQUE: El diablo atacando a través de la muerte
El enemigo desparrama espíritus de muerte por los aires, carreteras, ciudades, vecindarios con el fin de destruir vidas, acortar los días de la gente, hacer que se accidenten y queden inutilizados en vida; siembra espíritus de muerte para afectar a niños y jóvenes que tenían por delante muchos años de vida. En Mt. 9:18-26 la hija de Jairo fue resucitada; en Lc. 7:11-17 el hijo de la viuda fue resucitado; en Juan 11 Lázaro fue resucitado luego de estar muerto y enterrado por varios días.
¡Jesucristo, con Su poder y autoridad resucitó a estas personas para demostrar que El es la Resurrección y la Vida! Además, el mismo venció a la muerte en la cruz del Calvario, resucitando al tercer día. ¡Cuánto poder y autoridad hay en el Señor Jesucristo!
Como Iglesia de Cristo, tenemos hoy una preciosa responsabilidad de establecer el reino de los cielos en la tierra, anunciando el Evangelio de Jesucristo y demostrando su vigencia a través del poder del Espíritu Santo. La autoridad y poder de Cristo hoy continua a través de Su Cuerpo, la iglesia diseminada por todas partes del mundo.
Es hora de abrir nuestros ojos espirituales a esta gloriosa verdad; hemos sido diseñados como pueblo de Dios a ser el canal de bendición, la sal de la tierra y la luz del mundo a fin de extender el Reino de Dios. Esto prácticamente significa hacer que cada persona reciba a Cristo como su Salvador personal y aprenda a vivir de acuerdo a los principios de la Palabra de Dios para tenerlo también como El Señor. Esta es la manera bíblica de extender el reino de los cielos en la tierra.
Jesucristo dijo en Juan 14:12, y estoy seguro que lo hizo pensando no sólo en los discípulos presentes de aquella época, sino en toda Su iglesia a través de los tiempos, “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.”
Lo que el Señor dijo aquí, podemos resumirlo en nuestras palabras: - Si ustedes me vieron a mí extender el reino de los cielos en la tierra, confrontando y venciendo a toda fuerza del diablo y sus demonios, ustedes también lo harán aun mejor que yo, ¿Saben por que? Porque cuando me vaya de esta tierra para estar a la diestra de mi Padre Celestial, derramare el poder del Espíritu Santo que los capacitará e impulsará para hacer lo mismo que yo hice, pero de una manera más contundente, pues esto será hecho a través de ustedes por todo el mundo y no solamente en Palestina. –
El Espíritu Santo en esta hora está haciendo un nuevo llamado a los creyentes para ponerse en la brecha espiritual y trabajar en la extensión del reino de los cielos en la tierra. Lea las siguientes palabras de Efesios 1:15-23 y deje que sus ojos y oídos espirituales se abran para comprender la grande verdad de que tenemos que hacer lo que se nos ha encomendado hacer: Anunciar que el Reino de los cielos ha llegado y esta cerca; que Jesucristo, Dios encarnado, es el Mesías Salvador de la humanidad y también el Señor que tiene autoridad en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra sobre toda fuerza espiritual de maldad: “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero.; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza por sobre TODAS LAS COSAS A LA IGLESIA, LA CUAL ES SU CUERPO, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.”
Le invito en este momento, a que haga suya la oración, de entrega y consagración al Señor descripta en este pasaje, dígale de todo corazón:
“Señor ayúdame en esta hora, “para que el Dios de MI Señor Jesucristo, el Padre de gloria, ME DE espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él alumbrando los ojos de MI entendimiento para que YO sepa cuál es la esperanza a que él ME ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cual la supereminente grandeza de su poder para CONMIGO QUE CREO, según la operación del poder de su fuerza.”